domingo, 13 de diciembre de 2015

JAPÓN I



                                                            El imperio del sol naciente

¡¡¡Me encanta mi trabajo!!! No solo lo hago en un lugar maravilloso, haciendo mi  delicioso PININO, sino que me permite viajar a lugares lejanos como éste.


Me apasiona conocer otras culturas. Me enriquece, es como entrar en otra dimensión. Y este  destino en especial ha sido uno de mis preferidos. Salvo el lado misógino que tienen, su cultura está llena de principios, honor, respeto y civismo.

El viaje comenzó interesante, teniendo que volar a Helsinki para, desde allí, hacer vuelo directo a Tokio. Tuvimos que espera tres horas para la conexión, con lo que nos dio tiempo a cotillear las tiendas del aeropuerto y disfrutar de su comida.


En ellas encontrabas, desde la piel de un oso, con garras incluidas, conservas de carne de arce y un montón de productos enlatados que no entendimos qué diantre eran, otro mundo.



Me dio la impresión de gente muy tranquila y educada, que hablan en voz baja. No como los españoles, que se nos localiza  a leguas por ese volumen de voz tan nuestro.

Aunque el ratio de suicidio en los países nórdicos es el más alto, no es de extrañar ¡no querría yo verme a mí seis meses incomunicada por la nieve! ¿Conocéis el “monólogo del reno”? ¡Me parto!


Con lo ceremoniosos que son en Japón lo primero que empecé a investigar fueron leyes básicas de protocolo. Además de lo ya conocido como es que el blanco es luto y que todo se entrega y se recibe con las dos manos a la vez, me quedé bloqueada cuando leí que era de mala educación enseñar los dientes, ya que para ellos son huesos y los consideran algo “íntimo” ¡Yooo, que tengo una boca como un buzón de correos y no paro de sonreir!!! Bueno, ya lo solucionaremos sobre la marcha, pensé.



Cuando aterrizamos en Tokio nos adentramos en una mezcla entre “Doraimon” y “El Imperio del sol Naciente”.



Te encuentras con esa tipografía de película manga por todos lados, a la vez que te cruzas con elegantísimas Geishas, que luego descubres que no son Gheishas, sino que el   Kimono es el traje típico.


Se mueven con delicadeza, como si flotaran. Con parsimonia, dando oportunidad a disfrutar de su belleza.


Y a su vez convive la mujer cosmopolíta e independiente.


Son tremendamente limpios, no se ve ni un solo papel en la calle y mucho menos un chicle pegado en la acera. Te encuentras con personas, no operarios de limpieza, sino empleados de las oficinas, que salen a la calle para dejar la acera de su edificio impoluta.


Es de mala educación fumar en la calle, pero no al estilo americano, porque después de las largas jornadas de oficina se aglutinan en los recreativos para jugar a las maquinitas y fumar como chimeneas.

Los taxis están limpísimos y todos cubiertos con fundas de algodón blancas, muy estilo abuelilla, pero limpios como la patena. Además, todos los conductores van con guantes blancos.
¡Y no hablemos de los WCs! Están todos automatizados, autolimpiables y auto todo, que no sabes si te van a absorber o lanzar por los aires si das al botón equivocado.

La única pena de estos viajes es que solo tienes tiempo libre el día de llegada y poco más, dejando para otra ocasión la oportunidad de hacer turismo y no quedarte con tan solo el 5% de todo lo que ese país te puede ofrecer. Con la cantidad de templos maravillosos y jardines ZEN que te pueden ofrecer. Según empiezas con el tasting ya no tienes ni un minuto libre entre importadores y clientes. Pero ya os contaré.

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