Ya está aquí mayo y con él una explosión de vida. De un día para otro el paisaje cambia por completo. Me gusta salir a pasear todos los días y juraría que ayer nada había despertado especialmente mis sentidos. Hoy en cambio, una bomba de aromas ha explotado en mi camino.
Las lilas nos regalaron por un mes su dulce olor y a empujones llegó algún que otro racimo sano para regalar a nuestra madre para el primer domingo de mayo.
El valle ha estado lleno de sus árboles de Judea o árboles del amor, con sus ramas a rebosar de flores fucsias.
A la vez que todo el paisaje se llena de una alfombra de amapolas.
que te acompañan con su olor mientras paseas y observas el bullicio que ya hay ya en los campos.
Los hortelanos observan al experto de turno del huerto de al lado, casi siempre el más anciano, para que decida cuando se empieza a plantar.
A mí que me encanta aprender de mis mayores, repaso todo lo que me enseñaron mi añorado Pascual y mi querido Matías, del que sigo tirando cuando tengo un problema en el huerto.
Las habas ya están en su punto para empezar a recogerlas,
como las alcachofas,
espinacas, rúcola y cilantro. Y las patatas empiezan a dar señales de vida, al igual que las cebollas, ajos y guisantes.
Yo voy parándome en estos campos y aprendiendo de lo que de padres a hijos han ido transmitiendo para poder empaparme de sus conocimientos e intentando asimilar toda esa información para decidir cuándo plantar todo lo que hemos semillado y cómo.
Berenjenas,
Es casi adictivo el seguir su crecimiento y, en cuanto puedes empezar a recoger, se lo ofreces a la gente que quieres como si de una joya se tratase, disfrutando de esa felicidad que la naturaleza te regala.
Divagando sobre todo esto sigo disfrutando del aroma que las acacias me ofrecen y regreso a casa Recoupageada.
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