domingo, 29 de marzo de 2015

KENYA II


"Yo tenía una granja en África al pié de las colinas del Ngong" II

Nos despertamos temprano y fuimos al aeropuerto. Allí nos esperaba una avioneta de Airkenya. Nos subimos a ella y nos dirigimos hacia la reserva de Masai Mara. Cuando sentí que empezábamos a perder altura, vislumbré por la ventana un pequeño camino de tierra que resultó ser…(jurrr) ¡¡¡la pista de aterrizaje!!!


Gracias a Dios desconoces ese tipo de sorpresas y cuando te las encuentras ya has aterrizado.


Nos estaban esperando con un Land Rover, para trasladarnos al hotel.


A partir de ese momento fue como introducirnos en una película. Cada vez que nos cruzábamos con un nativo gritaba, ¡¡Jambo!!! Al tercer ¡Jambo! que me dijeron me vine arriba y empecé a ser yo la que saludaba del mismo modo, ¡¡¡Jambo!!!, Hay que meterse en ambiente.

Después de hacer el check-in, nos acompañaron a nuestro bungalow, que no era otra cosa que una tienda de campaña espectacular, montada sobre una plataforma con suelo de madera, cama con dosel y mosquitera, ducha y lavabo, todo de caoba... muy british. En resumen, una puesta en escena fascinante.



Cuando terminamos de instalarnos y de saltar sobre mi chico para comérmelo a besos fuimos al lobby, donde nos estaban esperando para comenzar nuestro primer safari. Los gritos de emoción cuando vislumbras el primer animal demuestran la inocencia con la que te entregas a esa aventura, el corazón te da un vuelco.
                                

Ñus, cebras, búfalos, rinocerontes, hipopótamos, jirafas...






... y guepardos, guepardos tranquilos, sin asustarse de los turistas que no parábamos de hacerles fotos. Ellos sin inmutarse, mirándonos con elegante desdén,  resguardándose del duro sol bajo una esquelética rama de un viejo y seco árbol. Elegantes, serenos, perezosos, con el estómago lleno, ¡espero!...Una pasada, pero ningún león a la vista.



Nos despertamos temprano y volvimos a salir de safari, el parque de Masai Mara es bastante árido, al menos en la época en la que estuvimos, por eso resultaba relativamente fácil ver a los animales al no poder ocultarse entre tan escasa vegetación. Seguíamos sin ver leones, por eso fue tan emocionante el momento de encontrarnos con ellas, las leonas (los leones son prácticamente imposibles de ver).



Y mucho más aun cuando conseguí ser la única en ver un leopardo que se escondía entre los pocos matorrales que nos encontramos. Pasamos delante de él sin verlo, escondido entre la maleza. De repente y no sé por qué, me giré y ahí estaba, mirándome, con una fuerza y grandeza que desprendía que nunca olvidaré.


Más tarde nos llevaron a una aldea Masai. Solo había mujeres y niños, los hombres estaban con los rebaños. Son gente encantadora y feliz.



Como las mujeres gallegas que están siempre solas y sus maridos en la mar, las mujeres Masais hacen todo el trabajo duro. Hasta construyen ellas sus cabañas con excremento de vaca. Sí, CACA DE VACA. ¿Puede haber algo más...RECOUPAGE? Recuperar materiales, en este caso caca, y reutilizarlos con otra función.


Podéis imaginaros las contorsiones que practiqué, petarda de mí, intentando no tocar las paredes y lo ridícula que me sentí al descubrir cómo me miraban ellas, con cara de…¡Estos turistas, mira que son raros! Y más aún cuando te das cuenta de que aquel material de construcción, en nada se parecía ya a excremento. Después de aprender aquella lección dada por gente considerada “primitiva”, volvimos al hotel. Al día siguiente, nos levantamos a las 4 de la madrugada para dar un paseo en globo por la sabana, pero esa es otra historia.

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